Tomando conciencia del Buda de la Medicina
Una historia, una práctica de meditación y una forma de entender la sanación, el Buda de la Medicina ha sido utilizado por años por los médicos tibetanos para mantener su propia salud y ayudar a sanar a otros.
Aprendí a meditar poco después de finalizar la escuela de medicina en la Universidad de Missouri en 1969. Me di cuenta del poder curativo de la meditación y la medicina, y me pregunté cómo acercar estas tradiciones en mi vida y práctica.
Mi camino en este dilema se abrió cuando asistí a un seminario sobre el Buda de la Medicina entregado por un maestro tibetano de alto rango, el Venerable Kenchen Thrangu Rinpoche, en un retiro cerca de Mt. Ranier en 1999. Este programa trajo el espíritu de la sanación directamente ante mí.
El Buda de la Medicina, o Menla como se le conoce en tibetano, es una historia, una práctica de meditación y una manera de comprender la sanación que se ha utilizado por siglos por los médicos tibetanos y los meditantes para mantener su propia salud y ayudar a sanar a otros. Afortunadamente, en estos tiempos estresantes, Menla se encuentra a disposición de todos nosotros.
La práctica de Menla es como un koan (o acertijo). No ofrece respuestas sino que es una herramienta que provoca nuestra habilidad inicial para buscarnos a nosotros mismos, ir más allá de la forma usual en que evitamos conocer nuestra naturaleza verdadera como sanadores.
Por ejemplo, tendemos a ver las cosas en blanco y negro, y de manera separada en distintos campos. Existe el cuerpo y la mente, el ser y el otro, feliz y triste, enfermedad y salud, racional y poético, etc. Generalmente somos leales a un lado o el otro. Pero en la medida que practicamos la meditación de Menla, comenzamos a ver el brillo esencial más allá de las dicotomías, que es una forma en que los koans pueden conducir a un estado mental abierto y fresco.
Menla fue un hombre común tal como nosotros, pero él vivió hace mucho tiempo muy lejos al Este – demasiado distante como para conocerlo, pero aun así "real". Cuando oí esto, el científico en mí dijo, "¡Un momento!"
Aunque también experimenté un anhelo e invitación hacia una perspectiva más vasta que lo que esta historia transmite, otra voz me dijo, "¡Qué interesante! Común y extraordinario a la vez. ¿No es eso como la vida misma?"
Como nosotros, Menla tuvo que enfrentar todas las dificultades de la vida común – temor a la muerte, soledad, dolor, situaciones sociales difíciles, etc. Pero él se dio cuenta de que mientras la vida puede ser difícil, el verdadero sufrimiento que experimentamos no viene de nuestros problemas en sí, sino de la manera en que limitamos nuestro corazón para protegernos de la apertura en nuestro ser que estos problemas presentan. Esta limitación conduce a actitudes y acciones que no representan auténticamente nuestra naturaleza básica.
Al ser humanos tenemos una vulnerabilidad inherente. No nos gusta el sufrimiento en nosotros u otros. Pero con el tiempo tendemos a perder la confianza en el valor de esta vulnerabilidad, y dejamos esta parte de nuestro espíritu con la esperanza de llegar a ser más sólidos y seguros. Esto sólo crea más problemas a la larga.
Menla se dio cuenta de que esta auto-enajenación podía reducirse al crear un espacio para simplemente detenerse y ser, tal como los practicantes de meditación lo hacen hoy en día. Esto hace posible momentos ocasionales y breves cuando simplemente somos nosotros mismos y nada más sucede o es necesario. Saboreamos la frescura de ser. No alcanzamos un estado especial de la mente. En cambio, tenemos una oportunidad para desactivar el piloto automático de nuestra mente ocupada y experimentamos la simpleza de nuestro ser básico, sin adornos. Esto no es sólo teoría. Las tradiciones contemplativas en todo el mundo han sostenido, y la investigación científica actual lo demuestra, el valor de la meditación en muchos aspectos de la vida.
En la medida que la meditación de Menla se profundizaba, él comenzó a ver toda su vida, incluso las partes difíciles, como una manifestación de su propia mente. Finalmente, no había nada que temer y vio que podía trabajar con todo en su vida. Entonces su meditación no fue un retiro de la vida, sino una manera de estar más conciente en ella.
Mientras su confusión disminuía, él pudo ver el sufrimiento de los otros de manera más clara. Se dio cuenta de que su propia felicidad personal significaba poco si tantos otros a su alrededor aún permanecían perturbados.
Al captar la magnitud de la inquietud de los demás, él se dedicó a ayudar a los otros a ver la bondad de su ser básico y a liberarse del sufrimiento de la auto-enajenación, tal como él lo había hecho.
Este deseo de ayudar a los otros es un paso crucial para ir más allá de toda ignorancia y es la fuente de mayor goce una vez que hay compromiso. Como médicos, todos hemos sentido probablemente algo de esta alegría en algún momento de nuestra carrera. Así es como la gente se ilumina. Los budas no son "dioses" sino seres comunes que desarrollan su conciencia y compasión para ayudar a los otros a ser libres.
Sin embargo, Menla es único porque él vivenció que mientras la salud última proviene del estar conciente, los seres comunes como nosotros tenemos mayor oportunidad de lograr esto si nos encontramos razonablemente sanos, y tenemos el tiempo y la libertad para meditar para destapar nuestra conciencia natural.
Si, además, estamos enfermos, pobres o reprimidos, muy probablemente nos enfocaremos en la reacción a esos temas, y será menor la probabilidad de que seamos capaces de manejar o tener interés por manejar las causas profundas de nuestros problemas.
Así es que nos comprometemos a aprender cómo ayudar a los otros a tener una vida pacífica, saludable, que les haga posible alcanzar un camino a la liberación del miedo y la ignorancia, y descubran toda la sabiduría en que nacieron.
Cuando se dedicó a esta tarea, él comenzó a personificar esta actitud expansiva y de cuidado. Hoy su compromiso a ayudar a otros continúa en la práctica de Menla, práctica que todos podemos realizar.
En la meditación de Menla nos identificamos con su compromiso a ayudar a los otros, reduciendo su carga de enfermedad y finalmente su temor. Recordamos su historia, cómo comenzó en la confusión igual que nosotros, cómo asentó su mente, igual como nosotros podemos, y cómo se dedicó al beneficio de los demás, tal como nosotros generalmente quisiéramos hacerlo. Nosotros también podemos facilitar esta actitud en nosotros al ver su forma arquetípica en el ojo de nuestra mente.
Él es azul y sostiene en sus manos los símbolos de la actividad – un pocillo de monje para mendigar en la mano izquierda, y en la derecha, el tallo de una flor del aura, el ingrediente esencial de toda preparación médica ayurvédica. Estos son los fundamentos de la sanación – el pocillo de aceptación de toda la vida que ha de ofrecer como alimento, y la flor del amor y compasión que irradian hacia todo.
Cuando hacemos la práctica de Menla reconocemos esas energías de sanación en nosotros y en el universo. Luego vivimos con esta actitud de conciencia y compasión el resto de nuestro día. La aceptación y la compasión son los ingredientes esenciales de todas las relaciones y prácticas de curación – entonces, Menla es el paradigma humano de la sanación.
Esta práctica ha beneficiado mi vida y guiado mi trabajo como médico desde que la recibí. Sostiene una reverencia humanista, no-dual, por la vida que es la base de la verdadera alegría. Nos abrimos hacia el universo tal como éste se abre a nosotros, todo con la promesa de: "A la larga, todo está bien".
Nos invita más allá de las dualidades de dentro, afuera, salud y bienestar, e incluso la necesidad de la salud misma. Menla es un puente desde la salud común hacia el ser puro.
Menla ilumina el espíritu de sanación y aumenta todas las otras disciplinas de sanación, sean médicas, quirúrgicas, psicológicas, convencionales o alternativas – y las vuelve aún más agradables. Esto es una gran medicina para el sanador y, definitivamente, también para el paciente.
Una historia, una práctica de meditación y una forma de entender la sanación, el Buda de la Medicina ha sido utilizado por años por los médicos tibetanos para mantener su propia salud y ayudar a sanar a otros.
Aprendí a meditar poco después de finalizar la escuela de medicina en la Universidad de Missouri en 1969. Me di cuenta del poder curativo de la meditación y la medicina, y me pregunté cómo acercar estas tradiciones en mi vida y práctica.
Mi camino en este dilema se abrió cuando asistí a un seminario sobre el Buda de la Medicina entregado por un maestro tibetano de alto rango, el Venerable Kenchen Thrangu Rinpoche, en un retiro cerca de Mt. Ranier en 1999. Este programa trajo el espíritu de la sanación directamente ante mí.
El Buda de la Medicina, o Menla como se le conoce en tibetano, es una historia, una práctica de meditación y una manera de comprender la sanación que se ha utilizado por siglos por los médicos tibetanos y los meditantes para mantener su propia salud y ayudar a sanar a otros. Afortunadamente, en estos tiempos estresantes, Menla se encuentra a disposición de todos nosotros.
La práctica de Menla es como un koan (o acertijo). No ofrece respuestas sino que es una herramienta que provoca nuestra habilidad inicial para buscarnos a nosotros mismos, ir más allá de la forma usual en que evitamos conocer nuestra naturaleza verdadera como sanadores.
Por ejemplo, tendemos a ver las cosas en blanco y negro, y de manera separada en distintos campos. Existe el cuerpo y la mente, el ser y el otro, feliz y triste, enfermedad y salud, racional y poético, etc. Generalmente somos leales a un lado o el otro. Pero en la medida que practicamos la meditación de Menla, comenzamos a ver el brillo esencial más allá de las dicotomías, que es una forma en que los koans pueden conducir a un estado mental abierto y fresco.
Menla fue un hombre común tal como nosotros, pero él vivió hace mucho tiempo muy lejos al Este – demasiado distante como para conocerlo, pero aun así "real". Cuando oí esto, el científico en mí dijo, "¡Un momento!"
Aunque también experimenté un anhelo e invitación hacia una perspectiva más vasta que lo que esta historia transmite, otra voz me dijo, "¡Qué interesante! Común y extraordinario a la vez. ¿No es eso como la vida misma?"
Como nosotros, Menla tuvo que enfrentar todas las dificultades de la vida común – temor a la muerte, soledad, dolor, situaciones sociales difíciles, etc. Pero él se dio cuenta de que mientras la vida puede ser difícil, el verdadero sufrimiento que experimentamos no viene de nuestros problemas en sí, sino de la manera en que limitamos nuestro corazón para protegernos de la apertura en nuestro ser que estos problemas presentan. Esta limitación conduce a actitudes y acciones que no representan auténticamente nuestra naturaleza básica.
Al ser humanos tenemos una vulnerabilidad inherente. No nos gusta el sufrimiento en nosotros u otros. Pero con el tiempo tendemos a perder la confianza en el valor de esta vulnerabilidad, y dejamos esta parte de nuestro espíritu con la esperanza de llegar a ser más sólidos y seguros. Esto sólo crea más problemas a la larga.
Menla se dio cuenta de que esta auto-enajenación podía reducirse al crear un espacio para simplemente detenerse y ser, tal como los practicantes de meditación lo hacen hoy en día. Esto hace posible momentos ocasionales y breves cuando simplemente somos nosotros mismos y nada más sucede o es necesario. Saboreamos la frescura de ser. No alcanzamos un estado especial de la mente. En cambio, tenemos una oportunidad para desactivar el piloto automático de nuestra mente ocupada y experimentamos la simpleza de nuestro ser básico, sin adornos. Esto no es sólo teoría. Las tradiciones contemplativas en todo el mundo han sostenido, y la investigación científica actual lo demuestra, el valor de la meditación en muchos aspectos de la vida.
En la medida que la meditación de Menla se profundizaba, él comenzó a ver toda su vida, incluso las partes difíciles, como una manifestación de su propia mente. Finalmente, no había nada que temer y vio que podía trabajar con todo en su vida. Entonces su meditación no fue un retiro de la vida, sino una manera de estar más conciente en ella.
Mientras su confusión disminuía, él pudo ver el sufrimiento de los otros de manera más clara. Se dio cuenta de que su propia felicidad personal significaba poco si tantos otros a su alrededor aún permanecían perturbados.
Al captar la magnitud de la inquietud de los demás, él se dedicó a ayudar a los otros a ver la bondad de su ser básico y a liberarse del sufrimiento de la auto-enajenación, tal como él lo había hecho.
Este deseo de ayudar a los otros es un paso crucial para ir más allá de toda ignorancia y es la fuente de mayor goce una vez que hay compromiso. Como médicos, todos hemos sentido probablemente algo de esta alegría en algún momento de nuestra carrera. Así es como la gente se ilumina. Los budas no son "dioses" sino seres comunes que desarrollan su conciencia y compasión para ayudar a los otros a ser libres.
Sin embargo, Menla es único porque él vivenció que mientras la salud última proviene del estar conciente, los seres comunes como nosotros tenemos mayor oportunidad de lograr esto si nos encontramos razonablemente sanos, y tenemos el tiempo y la libertad para meditar para destapar nuestra conciencia natural.
Si, además, estamos enfermos, pobres o reprimidos, muy probablemente nos enfocaremos en la reacción a esos temas, y será menor la probabilidad de que seamos capaces de manejar o tener interés por manejar las causas profundas de nuestros problemas.
Así es que nos comprometemos a aprender cómo ayudar a los otros a tener una vida pacífica, saludable, que les haga posible alcanzar un camino a la liberación del miedo y la ignorancia, y descubran toda la sabiduría en que nacieron.
Cuando se dedicó a esta tarea, él comenzó a personificar esta actitud expansiva y de cuidado. Hoy su compromiso a ayudar a otros continúa en la práctica de Menla, práctica que todos podemos realizar.
En la meditación de Menla nos identificamos con su compromiso a ayudar a los otros, reduciendo su carga de enfermedad y finalmente su temor. Recordamos su historia, cómo comenzó en la confusión igual que nosotros, cómo asentó su mente, igual como nosotros podemos, y cómo se dedicó al beneficio de los demás, tal como nosotros generalmente quisiéramos hacerlo. Nosotros también podemos facilitar esta actitud en nosotros al ver su forma arquetípica en el ojo de nuestra mente.
Él es azul y sostiene en sus manos los símbolos de la actividad – un pocillo de monje para mendigar en la mano izquierda, y en la derecha, el tallo de una flor del aura, el ingrediente esencial de toda preparación médica ayurvédica. Estos son los fundamentos de la sanación – el pocillo de aceptación de toda la vida que ha de ofrecer como alimento, y la flor del amor y compasión que irradian hacia todo.
Cuando hacemos la práctica de Menla reconocemos esas energías de sanación en nosotros y en el universo. Luego vivimos con esta actitud de conciencia y compasión el resto de nuestro día. La aceptación y la compasión son los ingredientes esenciales de todas las relaciones y prácticas de curación – entonces, Menla es el paradigma humano de la sanación.
Esta práctica ha beneficiado mi vida y guiado mi trabajo como médico desde que la recibí. Sostiene una reverencia humanista, no-dual, por la vida que es la base de la verdadera alegría. Nos abrimos hacia el universo tal como éste se abre a nosotros, todo con la promesa de: "A la larga, todo está bien".
Nos invita más allá de las dualidades de dentro, afuera, salud y bienestar, e incluso la necesidad de la salud misma. Menla es un puente desde la salud común hacia el ser puro.
Menla ilumina el espíritu de sanación y aumenta todas las otras disciplinas de sanación, sean médicas, quirúrgicas, psicológicas, convencionales o alternativas – y las vuelve aún más agradables. Esto es una gran medicina para el sanador y, definitivamente, también para el paciente.