Los cinco entrenamientos éticos del budismo
Todas nuestras acciones (ya sean físicas, verbales o mentales) tienen consecuencias: algunas nos aportan paz y felicidad; otras, desasosiego y sufrimiento.
Idealmente deberíamos saber qué acciones resultan saludables y cuáles, perjudiciales, sin embargo, muchas veces tenemos embotada la sabiduría innata y no tenemos la claridad suficiente para decidir el curso de acción que más nos conviene.
Esta falta de visión y las acciones perjudiciales que le siguen tienen profundas repercusiones tanto para nosotros mismos como para nuestra familia, nuestros seres queridos y la sociedad en general.
De este modo, resulta fácil entender la tremenda importancia de contar con una guía de actuación nacida de la experiencia de cientos de generaciones de practicantes, ¿no es cierto?
La esencia del modo de obrar correcto la encontramos en el poema 313 del Dhammapada:
Si algo va a ser mal hecho, mejor no hacerlo; lo que ha sido mal hecho atormenta después; si algo va a ser bien hecho y si después de hacerlo no hemos de sentir remordimiento, es mejor hacerlo.
Sin embargo, para aplicar correctamente este consejo necesitamos una buena dosis de sabiduría, y es por ello que haríamos bien tomando refugio en los cinco preceptos o entrenamientos éticos que el Buda ofreció desde su amor y compasión hacia todos los seres.
Los cinco preceptos son la quintaesencia del camino budista. No es posible profundizar en el camino si no los seguimos. Tomar refugio en ellos, reflexionar sobre sus enseñanzas y llevarlos a la práctica hará que avancemos seguros y vivamos una vida llena de sentido y en armonía con el universo.
En primer lugar presentamos los cinco preceptos en su formulación simple y luego la explicación del gran maestro chino Yin-shun (1906-2005).
Versión clásica de los cinco preceptos
Abstenerse de tomar la vida.
Abstenerse de tomar lo que no ha sido dado.
Abstenerse de la conducta sexual incorrecta.
Abstenerse del habla incorrecta.
Abstenerse de bebidas alcohólicas y otras drogas que tienden a embotar la mente.
Explicación de Yin-shun sobre los cinco preceptos
Los cinco preceptos son los que deberían guardar los devotos laicos (upasākas) y las devotas laicas (upāsikās). Estos preceptos se llaman preceptos de servicio de asistencia, que es el significado literal de upa. Tal es la virtud de los preceptos para la vida laica. La base de la virtud de los preceptos es la misma para lo bajo y para lo alto, sin embargo, aunque los preceptos de los bodhisattvas se construyen sobre esta base, son más completos y puros. Todos los cinco preceptos se basan en el principio de utilizar los propios sentimientos para medir los sentimientos de los demás.
«No matar.» Ya sea que uno mate por sí mismo o envíe a otro para hacerlo (conspirar con otros para matar también es pecaminoso), terminar con la vida de un ser sensible es matar; sin embargo, provocar la muerte sin querer no constituye una ofensa seria. Entre todas las muertes de seres sensibles, matar a seres humanos es naturalmente la ofensa más grave. Dañar a otros: con cuchillos, palos, objetos de barro, piedras…, aunque no sea una ofensa tan seria como matar, pertenece a la misma categoría.
«No robar.» Se aplica a todas las cosas: nacionales, personales, budistas…, que tienen dueño. Se rompe el precepto de no robar si se toman, ocupan por la fuerza o malversan cosas sin el consentimiento del propietario. Según el Buda Dharma, para robar no se puede utilizar la excusa de estar hambriento, enfermo o querer proveer a padres, esposo o hijos. Todo robar es pecaminoso.
«No implicarse en una conducta sexual inapropiada.» Si un hombre y una mujer están de acuerdo en ser esposo y esposa por medio de ritos públicamente reconocidos, con la aprobación de los guardianes y sin violar las leyes seculares, el contacto sexual entre el marido y la mujer (que es un elemento importante en la formación de la familia para la continuación de las generaciones futuras) es apropiado y no pecaminoso. Aun si la otra persona consiente, la conducta sexual es inapropiada para los laicos si no está permitida por el Buda Dharma (por ejemplo, cuando uno recibe los ocho preceptos), por la ley secular o no cuenta con la aprobación de los respectivos guardianes. Los budistas devotos laicos deberían abstenerse de tales contactos. Tales contactos no solo dañan la capacidad de la otra persona para tomar decisiones libre de influencias externas, sino que también constituyen una conducta maligna que destruye la armonía de las familias y perturba la sociedad.
«No hacer declaraciones falsas.» A veces se dicen cosas que no son ciertas para beneficio propio, beneficio de familiares y amigos, o para dañar al enemigo. El precepto de no mentir también se aplica a fingir que se sabe algo que no se sabe y a negar que se sabe algo que sí se sabe, a decir que hay algo cuando no lo hay y a decir que no hay algo cuando sí lo hay, y a llamar correcto a algo erróneo y viceversa. Al realizar declaraciones falsas que benefician a uno mismo y a sus parientes pero dañan a otros, se comete la ofensa grave de mentir. En otros casos de falsas declaraciones la ofensa es más ligera.
Los cuatro preceptos que hemos discutido se llaman preceptos naturales, porque esas mismas acciones son crímenes, es decir, está mal hacer esas cosas sin importar que se acepten o no los preceptos. No solo el Buda Dharma no permite estos actos, sino que incluso las leyes seculares deberían castigar tal conducta.
«No beber alcohol.» Toda sustancia que tenga la capacidad de perturbar o confundir la mente se llama alcohol y no se debería consumir nunca. Aunque algunas personas dicen que beber alcohol es bueno para la salud, según el Buda Dharma no tiene ningún mérito. En primer lugar, beber alcohol puede perturbar la mente y conducir a la pérdida de control. Cuando uno está borracho, no solo comete errores, sino que también dice cosas o realiza malas acciones que normalmente sería incapaz de decir o hacer. En el Vinaya [código de disciplina] hay una historia sobre un discípulo budista que era muy estricto en la observancia de los preceptos, pero, después de embriagarse, cometió en el mismo día las cuatro ofensas graves de matar, robar, tener relaciones sexuales inapropiadas y mentir. Debido a situaciones como esta, se dice que beber destruye todas las virtudes. En realidad, al tomar alcohol no solo se destruyen las virtudes del Buda Dharma, también se suelen destruir la felicidad de las familias, las amistades, los negocios y la riqueza. En segundo lugar, la perturbación y la ignorancia son la raíz de todos los crímenes y el alcohol puede provocarlas. Beber de manera habitual es un gran obstáculo para mantener la atención correcta y el conocimiento correcto. Por estar siempre borrachas, algunas personas tienen niños que nacen dementes o con un importante retraso mental. Aunque pueda parecer que beber no es tan malo, en realidad se trata de uno de los principales culpables que impiden la sabiduría y destruyen las virtudes. Por lo tanto, además de los primeros cuatro preceptos, los budistas deberían mantener seriamente el precepto de no beber para resguardar sus virtudes y avanzar hacia las enseñanzas que trascienden el mundo, las cuales tienen como base la sabiduría.
¿Queda todavía algo por lo que vivir? ¿Vale la pena aspirar a algo aparte del dinero, el amor y la protección de la familia? Si la respuesta es positiva, ¿qué podría ser? Hablar de «algo por lo que vivir» tiene un tinte ligeramente religioso, pero mucha gente en absoluto religiosa tiene la incómoda sensación de echar en falta algo básico que daría a su vida un significado del que ahora carece. Estas personas tampoco están hondamente comprometidas con ningún credo político. A lo largo del siglo pasado, la lucha política ocupó a menudo el lugar que en otros tiempo y cultura había ocupado la religión. Nadie que reflexione sobre la historia reciente puede creer a estas alturas que la política bastará para resolver todos nuestros problemas. Pero ¿para qué otra cosa podemos vivir? Propongo una respuesta tan antigua como los orígenes de la filosofía, pero tan necesaria —dadas las circunstancias actuales— como lo fuera en otro tiempo: podemos llevar una vida ética. Al hacerlo nos convertiremos en parte de una gran tradición que trasciende las barreras culturales. Es más, descubriremos que llevar una vida ética no representa sacrificio personal, sino plenitud.
Todas nuestras acciones (ya sean físicas, verbales o mentales) tienen consecuencias: algunas nos aportan paz y felicidad; otras, desasosiego y sufrimiento.
Idealmente deberíamos saber qué acciones resultan saludables y cuáles, perjudiciales, sin embargo, muchas veces tenemos embotada la sabiduría innata y no tenemos la claridad suficiente para decidir el curso de acción que más nos conviene.
Esta falta de visión y las acciones perjudiciales que le siguen tienen profundas repercusiones tanto para nosotros mismos como para nuestra familia, nuestros seres queridos y la sociedad en general.
De este modo, resulta fácil entender la tremenda importancia de contar con una guía de actuación nacida de la experiencia de cientos de generaciones de practicantes, ¿no es cierto?
La esencia del modo de obrar correcto la encontramos en el poema 313 del Dhammapada:
Si algo va a ser mal hecho, mejor no hacerlo; lo que ha sido mal hecho atormenta después; si algo va a ser bien hecho y si después de hacerlo no hemos de sentir remordimiento, es mejor hacerlo.
Sin embargo, para aplicar correctamente este consejo necesitamos una buena dosis de sabiduría, y es por ello que haríamos bien tomando refugio en los cinco preceptos o entrenamientos éticos que el Buda ofreció desde su amor y compasión hacia todos los seres.
Los cinco preceptos son la quintaesencia del camino budista. No es posible profundizar en el camino si no los seguimos. Tomar refugio en ellos, reflexionar sobre sus enseñanzas y llevarlos a la práctica hará que avancemos seguros y vivamos una vida llena de sentido y en armonía con el universo.
En primer lugar presentamos los cinco preceptos en su formulación simple y luego la explicación del gran maestro chino Yin-shun (1906-2005).
Versión clásica de los cinco preceptos
Abstenerse de tomar la vida.
Abstenerse de tomar lo que no ha sido dado.
Abstenerse de la conducta sexual incorrecta.
Abstenerse del habla incorrecta.
Abstenerse de bebidas alcohólicas y otras drogas que tienden a embotar la mente.
Explicación de Yin-shun sobre los cinco preceptos
Los cinco preceptos son los que deberían guardar los devotos laicos (upasākas) y las devotas laicas (upāsikās). Estos preceptos se llaman preceptos de servicio de asistencia, que es el significado literal de upa. Tal es la virtud de los preceptos para la vida laica. La base de la virtud de los preceptos es la misma para lo bajo y para lo alto, sin embargo, aunque los preceptos de los bodhisattvas se construyen sobre esta base, son más completos y puros. Todos los cinco preceptos se basan en el principio de utilizar los propios sentimientos para medir los sentimientos de los demás.
«No matar.» Ya sea que uno mate por sí mismo o envíe a otro para hacerlo (conspirar con otros para matar también es pecaminoso), terminar con la vida de un ser sensible es matar; sin embargo, provocar la muerte sin querer no constituye una ofensa seria. Entre todas las muertes de seres sensibles, matar a seres humanos es naturalmente la ofensa más grave. Dañar a otros: con cuchillos, palos, objetos de barro, piedras…, aunque no sea una ofensa tan seria como matar, pertenece a la misma categoría.
«No robar.» Se aplica a todas las cosas: nacionales, personales, budistas…, que tienen dueño. Se rompe el precepto de no robar si se toman, ocupan por la fuerza o malversan cosas sin el consentimiento del propietario. Según el Buda Dharma, para robar no se puede utilizar la excusa de estar hambriento, enfermo o querer proveer a padres, esposo o hijos. Todo robar es pecaminoso.
«No implicarse en una conducta sexual inapropiada.» Si un hombre y una mujer están de acuerdo en ser esposo y esposa por medio de ritos públicamente reconocidos, con la aprobación de los guardianes y sin violar las leyes seculares, el contacto sexual entre el marido y la mujer (que es un elemento importante en la formación de la familia para la continuación de las generaciones futuras) es apropiado y no pecaminoso. Aun si la otra persona consiente, la conducta sexual es inapropiada para los laicos si no está permitida por el Buda Dharma (por ejemplo, cuando uno recibe los ocho preceptos), por la ley secular o no cuenta con la aprobación de los respectivos guardianes. Los budistas devotos laicos deberían abstenerse de tales contactos. Tales contactos no solo dañan la capacidad de la otra persona para tomar decisiones libre de influencias externas, sino que también constituyen una conducta maligna que destruye la armonía de las familias y perturba la sociedad.
«No hacer declaraciones falsas.» A veces se dicen cosas que no son ciertas para beneficio propio, beneficio de familiares y amigos, o para dañar al enemigo. El precepto de no mentir también se aplica a fingir que se sabe algo que no se sabe y a negar que se sabe algo que sí se sabe, a decir que hay algo cuando no lo hay y a decir que no hay algo cuando sí lo hay, y a llamar correcto a algo erróneo y viceversa. Al realizar declaraciones falsas que benefician a uno mismo y a sus parientes pero dañan a otros, se comete la ofensa grave de mentir. En otros casos de falsas declaraciones la ofensa es más ligera.
Los cuatro preceptos que hemos discutido se llaman preceptos naturales, porque esas mismas acciones son crímenes, es decir, está mal hacer esas cosas sin importar que se acepten o no los preceptos. No solo el Buda Dharma no permite estos actos, sino que incluso las leyes seculares deberían castigar tal conducta.
«No beber alcohol.» Toda sustancia que tenga la capacidad de perturbar o confundir la mente se llama alcohol y no se debería consumir nunca. Aunque algunas personas dicen que beber alcohol es bueno para la salud, según el Buda Dharma no tiene ningún mérito. En primer lugar, beber alcohol puede perturbar la mente y conducir a la pérdida de control. Cuando uno está borracho, no solo comete errores, sino que también dice cosas o realiza malas acciones que normalmente sería incapaz de decir o hacer. En el Vinaya [código de disciplina] hay una historia sobre un discípulo budista que era muy estricto en la observancia de los preceptos, pero, después de embriagarse, cometió en el mismo día las cuatro ofensas graves de matar, robar, tener relaciones sexuales inapropiadas y mentir. Debido a situaciones como esta, se dice que beber destruye todas las virtudes. En realidad, al tomar alcohol no solo se destruyen las virtudes del Buda Dharma, también se suelen destruir la felicidad de las familias, las amistades, los negocios y la riqueza. En segundo lugar, la perturbación y la ignorancia son la raíz de todos los crímenes y el alcohol puede provocarlas. Beber de manera habitual es un gran obstáculo para mantener la atención correcta y el conocimiento correcto. Por estar siempre borrachas, algunas personas tienen niños que nacen dementes o con un importante retraso mental. Aunque pueda parecer que beber no es tan malo, en realidad se trata de uno de los principales culpables que impiden la sabiduría y destruyen las virtudes. Por lo tanto, además de los primeros cuatro preceptos, los budistas deberían mantener seriamente el precepto de no beber para resguardar sus virtudes y avanzar hacia las enseñanzas que trascienden el mundo, las cuales tienen como base la sabiduría.
¿Queda todavía algo por lo que vivir? ¿Vale la pena aspirar a algo aparte del dinero, el amor y la protección de la familia? Si la respuesta es positiva, ¿qué podría ser? Hablar de «algo por lo que vivir» tiene un tinte ligeramente religioso, pero mucha gente en absoluto religiosa tiene la incómoda sensación de echar en falta algo básico que daría a su vida un significado del que ahora carece. Estas personas tampoco están hondamente comprometidas con ningún credo político. A lo largo del siglo pasado, la lucha política ocupó a menudo el lugar que en otros tiempo y cultura había ocupado la religión. Nadie que reflexione sobre la historia reciente puede creer a estas alturas que la política bastará para resolver todos nuestros problemas. Pero ¿para qué otra cosa podemos vivir? Propongo una respuesta tan antigua como los orígenes de la filosofía, pero tan necesaria —dadas las circunstancias actuales— como lo fuera en otro tiempo: podemos llevar una vida ética. Al hacerlo nos convertiremos en parte de una gran tradición que trasciende las barreras culturales. Es más, descubriremos que llevar una vida ética no representa sacrificio personal, sino plenitud.