INTRODUCCIÓN
Durante la primera guerra mundial médicos alemanes y austriacos comprobaron los buenos resultados de la arcilla tomada vía oral en casos de disentería, fiebre tifoidea y cólera.
Hagamos un poco de historia: la arcilla proviene de la descomposición de las rocas madres cristalizadas, como por ejemplo, el granito. Se encuentra en capas de naturaleza sedimentaria, en cuencas de ríos o en zonas de arrastre de aguas, aunque actualmente ya no lo sean. Desde el punto de vista químico, las diferentes arcillas están compuestas por silicato de alúmina hidratado, presentado en láminas. Va acompañado de muy variados óxidos minerales, aunque por su cantidad caben destacar el hierro, el silicio, el aluminio o el magnesio.
Llamémosle barro, arcilla o fango, nos estamos refiriendo a un material natural, sano y terapéutico para nuestra salud. Personalmente realizo varias sesiones terapéuticas de barro al aire libre y de cuerpo entero. El denominador común de todas ellas es sin lugar a dudas el restablecimiento de la normal actividad de los órganos vitales.
Antiguamente era utilizado por los Griegos, Romanos, Árabes y antiguos pueblos civilizados de Oriente. Todos ellos utilizaban el barro en el tratamiento de diversas enfermedades. Posteriormente parece ser que cayó en el olvido, para volver a imponerse en la Medicina actual. Tal es así, que en Alemania, Norteamérica, Suiza, Escandinavia, Australia y otros paises, existen centros de salud dotados de todos los adelantos modernos en los cuales se aplican los tratamientos con barro a nivel curativo.
Todos los seres animados son hijos de la tierra, de ella venimos y a ella vamos. Por tanto estamos muy vinculados al barro. Según la Biblia, en Génesis, el primer hombre fue formado con barro, y más adelante encontramos como Jesucristo cura a un ciego haciendo lodo con saliva y untándole los ojos.
Los campesinos curaban las heridas de los animales untándoles barro.
Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que la arcilla posee propiedades curativas capaces de extraer ...
Durante la primera guerra mundial médicos alemanes y austriacos comprobaron los buenos resultados de la arcilla tomada vía oral en casos de disentería, fiebre tifoidea y cólera.
Hagamos un poco de historia: la arcilla proviene de la descomposición de las rocas madres cristalizadas, como por ejemplo, el granito. Se encuentra en capas de naturaleza sedimentaria, en cuencas de ríos o en zonas de arrastre de aguas, aunque actualmente ya no lo sean. Desde el punto de vista químico, las diferentes arcillas están compuestas por silicato de alúmina hidratado, presentado en láminas. Va acompañado de muy variados óxidos minerales, aunque por su cantidad caben destacar el hierro, el silicio, el aluminio o el magnesio.
Llamémosle barro, arcilla o fango, nos estamos refiriendo a un material natural, sano y terapéutico para nuestra salud. Personalmente realizo varias sesiones terapéuticas de barro al aire libre y de cuerpo entero. El denominador común de todas ellas es sin lugar a dudas el restablecimiento de la normal actividad de los órganos vitales.
Antiguamente era utilizado por los Griegos, Romanos, Árabes y antiguos pueblos civilizados de Oriente. Todos ellos utilizaban el barro en el tratamiento de diversas enfermedades. Posteriormente parece ser que cayó en el olvido, para volver a imponerse en la Medicina actual. Tal es así, que en Alemania, Norteamérica, Suiza, Escandinavia, Australia y otros paises, existen centros de salud dotados de todos los adelantos modernos en los cuales se aplican los tratamientos con barro a nivel curativo.
Todos los seres animados son hijos de la tierra, de ella venimos y a ella vamos. Por tanto estamos muy vinculados al barro. Según la Biblia, en Génesis, el primer hombre fue formado con barro, y más adelante encontramos como Jesucristo cura a un ciego haciendo lodo con saliva y untándole los ojos.
Los campesinos curaban las heridas de los animales untándoles barro.
Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que la arcilla posee propiedades curativas capaces de extraer ...