lunes, 19 de noviembre de 2007

DON JOSE RIOS...



Los indios huicholes viven en las sierras mexicanas, princi­palmente en el estado de Nayarit. Allí se encuentra un peque­ño pueblo llamado Colorín, donde vive José Ríos, también conocido como Matsuwa, palabra huichole que significa «pul­so de energía». Nacido poco antes de 1880, don José trabaja­ba con éxito la tierra hasta que tuvo un accidente en el que perdió la mano derecha. Interpretó aquel suceso como una llamada del mundo espiritual y empezó un aprendizaje que duró sesenta y cuatro años.
Conocí a don José en 1977, cuando vino a California a pe­tición de cierta gente que, según él, deseaba «hallar su propia vida» por medio de la sabiduría huichole. Don José me dijo que había aprendido muchas lecciones de Tatewari, el «abue­lo fuego» y de Tayaupa, el «padre sol». También me contó que con frecuencia había ido al bosque, solo, para consumir peyote, fruto de un cacto con propiedades psicotrópicas. A través del peyote había tenido acceso a Kauyumari, animal de poder identificado como el espíritu del pequeño ciervo. Este aliado le había ayudado a viajar por un largo túnel oscuro, a fin de obtener nierika o visiones de lo que don José tenía que aprender para proseguir con su prolongada formación.
«Cuando oigáis las canciones sagradas de mis labios, no soy yo quien las canta sino Kauyumari quien me las susurra al oído. Y yo os las transmito a vosotros. El es quien nos enseña y nos muestra el camino. Así es como es» ,6 declaró don José. También afirmó que había sido Kauyumari quien le había en­señado a curar a los enfermos, principalmente ofreciendo ora­ciones a los espíritus, succionando las impurezas del cuerpo del paciente y con el uso de sus flechas sagradas para equili­brar los «campos de energía» del paciente, radiaciones invisi­bles que, según se dice, rodean las partes vitales del cuerpo ta­les como el corazón, los órganos sexuales, el estómago y el ce­rebro.
Mis amigos y yo, sabiendo que a don José le encantaba la música y la diversión, en una ocasión le organizamos una fies­ta. En plena celebración, don José frunció el entrecejo y se puso muy serio.
-Una de mis huicholes está enferma -dijo-. Debo re­gresar inmediatamente para ayudarla.
-Pero, don José -exclamé-, a estas horas no hay nin­gún vuelo a México y, además, mañana por la mañana debe dar una conferencia.
-Usted no lo comprende -suspiró don José-. Déjeme solo -agregó retirándose a un rincón, donde permaneció sentado media hora, mirando a la pared.
-He logrado ayudar a la mujer que estaba enferma -ex­clamó entonces-. Ahora volvamos ala fiesta.
Comprendí que había presenciado el «vuelo mágico» o ex­periencia extracorporal de un chamán.
Don José también ha conducido ceremonias para poner fin a la sequía. Durante una de sus visitas a California, la cere­monia huichole concluyó con una lluvia torrencial que puso fin a un período de sequía.
-Podían haberme avisado -comentó don José-. Habría venido antes.7
Afirma que las ceremonias sagradas son necesarias para dar gracias al mundo de los espíritus por su bendición. Sin di­chas celebraciones, los dioses podrían disgustarse y despreo­cuparse de los seres terrestres.
Don José y otros practicantes espirituales huicholes reali­zaban frecuentes peregrinaciones al desierto de Wirikuta, en la altiplanicie central de México, donde crece el peyote. A ve­ces, durante las ceremonias en las que ingiere peyote, don José pasa varios días y noches cantando, sentado en su uweni, o silla de chamán, a fin de que no se disperse el poder que se manifiesta.
Para don José, las visiones que le proporciona el peyote sirven para diagnosticar la enfermedad de paciente y prescri­bir el tratamiento, que podrá consistir en hierbas, oraciones, ayuno, o mandar el paciente al médico. Los huicholes tienen derecho a los cuidados que pueda ofrecerles la tribu y la obli­gación de cooperar con el chamán. Los pacientes de don José no sólo deben recuperarse de sus enfermedades, sino que ne­cesitan «hallar su propia vida», descubriendo significado y ale­gría en sus actividades cotidianas, a fin de evitar una recaída.